Bogotá D.C., 13 de Junio, 2019.
En la actualidad, el sudeste asiático se ha convertido en una de las regiones con mayor concurrencia turística debido a sus extraordinarios paisajes y la amplia gastronomía de sus culturas, contando con sitios como los templos de Angkor en Camboya, Cameron Highlands en Malasia, las playas de Bali en Indonesia, los centros espirituales de Chiang Mai en Tailandia y muchos otros lugares indescriptibles. No obstante, algunos de estos países han sido catalogados en rankings mundiales como destinos para el entretenimiento y el turismo sexual.
En el caso de Tailandia, se estima que casi 3 millones de personas se encuentran en condición de prostitución de una población de 65 millones de habitantes en donde si bien la prostitución es ilegal, culturalmente se han establecido contextos de tolerancia llegando al punto de crear escenarios propicios para incentivar el crecimiento económico basado en viajes y eventos turísticos sexuales.
Un claro ejemplo, los llamados distritos rojos que congregan todo tipo de visitantes con sitios icónicos como el Moulin Rouge en Phuket y la vida nocturna en Pattaya en donde la prostitución no se limita solo a población tailandesa sino que llega a ser ejercida incluso por mujeres de otras nacionalidades. En Bangkok, el fortalecimiento de las zonas de entretenimiento bajo contextos de prostitución integra incluso particularidades para incrementar el flujo de públicos específicos como el Soi Cowboy, Nana Plaza y Patpong destinados a turistas occidentales. Algunos eventos van desde bailes eróticos y masajes con “final feliz” en los Massage Parlours hasta Ping Pong Shows en los Go Go Bars que radica en el uso de los genitales femeninos para lanzar bolas y en ocasiones utilizando incluso dardos con el fin de reventar bombas.
En esta región asiática, la comunidad LGTBI obtiene un interés característico en el entretenimiento sexual y la prostitución resaltando la figura de los llamados “ladyboys” (hombres que adquieren apariencia femenina). Existen alrededor de 20,000 ladyboys en condición de prostitución en Tailandia y 10,000 de ellos se encuentran en la Capital Bangkok. Esta población a partir de rasgos fisiológicos como la contextura delgada de algunos hombres, el consumo de hormonas y procesos quirúrgicos han conseguido lograr impresiones femeninas que terminan siendo parte de las preferencias y gustos de la población extranjera.
Sin embargo, la figura de los “ladyboys” o comúnmente llamados Kathoeys no se ha desarrollado únicamente a partir de las preferencias sexuales de las personas que deciden transformar sus cuerpos o de las expectativas de la población extranjera, sino que contiene también varias percepciones culturales. Por ejemplo, algunas familias acuden a los templos budistas con el fin de determinar la forma de crianza de sus hijos y a partir de la información que obtienen toman las decisiones.
En algunos casos, determinan que el niño varón es la reencarnación de un espíritu femenino por lo tanto debe ser criado como una mujer. En esta cultura, la connotación dada a la mujer como cuidadora del hogar y sustento económico de la familia ha incrementado las decisiones de crianza de niños varones como ladyboys y por esta razón, una consecuencia directa es su inmersión en contextos de prostitución o explotación sexual ante la falta de oportunidades y los altos índices de vulnerabilidad.
Son múltiples las finalidades de la trata de personas que se ven invisibilizadas cuando las víctimas son niños varones u hombres provocando casos de falta de sensibilidad con esta población en los procesos de prevención y atención de víctimas. En el caso de la esclavitud sexual masculina, existen connotaciones que le otorgan un grado de clandestinidad a la explotación de esta población en particular, teniendo en consideración la construcción de imaginarios erróneos que disminuyen o desaparecen su condición de vulnerabilidad por el simple hecho de ser del género masculino.
En el caso de mujeres transgénero, su inmersión en contextos de prostitución y el estigma social que supone dicha trasformación se configura en escenarios de riesgo que van desde las altas probabilidades de contraer enfermedades de transmisión sexual, sufrir discriminación y exclusión hasta el uso de violencia física con situaciones de abuso sexual, mutilación e incluso la muerte.
En el mundo, si bien existe población que se encuentra en condición de prostitución con un margen aceptado de autonomía para ejercer esta actividad, también es claro que se usan escenarios tolerados que normalizan esta práctica para ocultar fenómenos delictivos como la trata de personas y la explotación sexual y comercial de niños, niñas y adolescentes. Estas dinámicas sociales de naturalización del delito complejiza los desafíos en materia de prevención, identificación y asistencia de víctimas haciendo necesarias la construcción e implementación de estrategias innovadoras y adaptables a los constantes cambios económicos, sociales y culturales de las comunidades.
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