Bogotá D.C., 06 de Febrero, 2019.
El sexting se ha convertido en una práctica común realizada por adolescentes, jóvenes y adultos en donde a raíz del boom tecnológico y de la facilidad que hemos adquirido en materia de comunicación, los comportamientos sociales han alcanzado una connotación digital, incluso, los de carácter sexual. Debido a esto, el envío de material sexual como los mensajes, vídeos, imágenes y vídeo-llamadas se ha establecido como un aspecto clave en nuestra intimidad.
Esta práctica existe desde mucho tiempo atrás y se ha actualizado a partir de la tecnología. O quién no sabe de las cartas en donde las parejas, amigos o conocidos por correspondencia entablaban historias de amor, de amistad y de sexo bastante detalladas. O también fotos y vídeos de desnudos con las primeras cámaras que terminaban guardadas en rollos sin revelar. Por lo tanto, estos comportamientos sexuales han estado siempre presentes pero el desarrollo tecnológico incrementó el nivel de las interacciones personales de carácter sentimental e íntimo, instaurando la discusión del sexting como un aspecto nuevo en nuestra cotidianidad.
La concepción del sexting por parte de la población joven puede estar siendo tomada como un fenómeno desligado de las acciones que componen la sexualidad, estableciendo el envío de material sexual a través de plataformas tecnológicas como una práctica segura en el imaginario juvenil, puesto que se reduce este concepto a un carácter netamente físico, y con mayor atención en el coito y la penetración (Davidson, 2014).
La percepción de seguridad de esta práctica viene dada a partir de la imposibilidad de contraer una enfermedad de trasmisión sexual o un embarazo no deseado, e incluso diferentes factores como la posibilidad de escoger la mejor foto, de maquillarla o agregarle filtros para generar mayor impacto tanto en la persona que lo envía porque incrementa su nivel de aprobación ante las modificaciones como en el receptor del contenido ante imágenes o vídeos vistosos y excitantes. De este modo, se rompen inhibidores internos como las inseguridades con el cuerpo por diferentes características físicas o factores psicosociales vinculados a baja autoestima y auto-aprobación, al igual que externos dada la facilidad para enviar y recibir los contenidos y la velocidad de las plataformas de comunicación para compartirlos.
El sexting puede resultar en un fenómeno cíclico, va desde crear y compartir material sexual voluntariamente hacia otra persona hasta el reenvío no consensuado del contenido a un tercero, e inclusive situaciones en las que se filtra las imágenes y vídeos a través de redes sociales o sitios web pornográficos. Esto ha implicado la aparición de jergas sobre todo en población joven del fenómeno del sexting, como “pack” que se refiere al conjunto de contenido sexual que se comparte, o “zelda” que representa el link en internet donde se puede hallar el pack. De igual manera, resultan términos como “ward” para identificar y establecer un contenido como importante y encontrarlo posteriormente con facilidad, terminología recogida y adaptada de juegos online de moda.
Pero ¿qué nos lleva a compartir cada vez más material sexual?
El sexting se convirtió para muchas parejas en sinónimo de compromiso en una relación, puesto que se llega incluso a exigir el envío de material sexual alegando el nivel de enamoramiento y reciprocidad de la otra persona. En pocas palabras, se crea el supuesto que entre más imágenes o vídeos se le envíe al otro, más amor o atracción se siente, y ese nivel de compromiso se mide de acuerdo a la creación de nuevo contenido sexual y la regularidad del envío. Por otro lado, la facilitación en las interacciones sociales que nos permiten las plataformas tecnológicas ha llevado al incremento de conexiones personales en múltiples contextos de vida, instaurando continuas relaciones sentimentales e íntimas que resultan en comportamientos como generar contenido sexual, guardarlo y enviarlo cada vez que se crean nuevos vínculos con alguien.
Si bien la práctica del sexting no se tipifica como delito, existen varias situaciones de riesgo que pueden desencadenar en escenarios con implicaciones penales y/o sociales. En primera medida, ejercer esta práctica ante alguna filtración o reenvío facilita la adquisición de material sexual por parte de las redes de pornografía, minimizando los costos del negocio ya que no necesitan crear y producir el contenido, simplemente lo comparten. En segunda medida, podemos vernos vinculados a dinámicas delictivas como la sextorsión donde una persona que obtiene el contenido sexual emplea el chantaje emocional para conseguir dinero, sexo u otros objetivos amenazando a la persona dueña de las imágenes o vídeos con exponerlos en redes sociales y plataformas tecnológicas. En tercera medida, compartir o reenviar el contenido sexual sin consentimiento se tipifica como un delito e incluso podemos vernos expuestos a mayores consecuencias si se trata de contenido de explotación sexual infantil.
Muchas son las implicaciones que la práctica del sexting puede llevarnos a experimentar, tanto buenas como malas, y es una realidad que día a día va en incremento frente a una disminución en la edad en que creamos y compartimos estos contenidos con nuestras parejas, amigos, conocidos e incluso desconocidos. Estos escenarios han sido normalizados y naturalizados por la población más joven llegando al punto de integrar retos físicos, como la “ruleta rusa sexual”, complejizando las estrategias de prevención y atención a los comportamientos sociales mutados a partir del boom tecnológico con graves consecuencias en el desarrollo individual y colectivo de la sociedad.
Esto nos lleva a preguntarnos ¿se han hecho necesarias estrategias educativas como “sexting seguro”? teniendo en consideración que hemos aplicado políticas e iniciativas de sexo seguro en colegios y universidades, y que el fenómeno del sexting se ha incrementado respondiendo a conductas sociales y biológicas propias del ser humano.
#SEXTINGSEGURO
REFERENCIAS
Davidson, J. (2014). Sexting: Gender and Teens. Gender, Youth, and Intimacy through the Lens of Sexting. University of Massachusetts, USA. Sense Publishers.